miércoles, 30 de septiembre de 2015

Bombilla eléctrica (foco)


Origen de la bombilla eléctrica

Las primeras observaciones que dieron lugar al funcionamiento de una bombilla datan del año 1835 y la invención de la bombilla se le atribuye no sólo a Thomas Edison, sino también aJoseph Swan.
Ambos científicos mantenían una carrera tan ajustada por completar sus experimentos y publicar la patente, que la invención se atribuye a uno o a otro según la localización geográfica. Mientras en Gran Bretaña el invento se le atribuye a Swan, en EEUU la invención se atribuye aEdison.
A pesar de lo que se pueda pensar en un principio, la luz eléctrica se extendió lentamente debido a que para su funcionamiento necesitaba la instalación de tendido eléctrico tanto por las ciudades como en los edificios, instalación que no existía cuando se inventó la bombilla.
La primera vivienda que se dotó de luz eléctrica fue la mansión de Sir William Amstrong, en el año 1880.
En el año 1921, únicamente el 12% de las viviendas de Gran Brataña disponía de luz eléctrica.
¿Cómo funciona?

Una bombilla incandescente, de las tradicionales, tiene un funcionamiento en realidad muy similar a una antorcha. Se basa en el calentamiento de un metal, el tungsteno, a través de una corriente eléctrica. Esta corriente, que pasa por ese delgado filamento provoca que el metal entre en incandescencia e irradie luz.
El principal problema que ofrecen estas lámparas, y la causa de su retirada en los países occidentales, reside en su baja eficiencia. La mayor parte de la electricidad suministrada a una de estas bombillas se disipa en forma de calor. Hasta el 95% de la energía se pierde en forma de calor y sólo un pequeño porcentaje se destina en realidad a aportar luz. Por eso, una vez encendidas, estas bombillas no pueden tocarse con las manos: queman más que la luz que aportan.
Desde finales del siglo XX, la bombilla fluorescente ha empezado a sustituir a la bombilla incandescente tradicional, en general por regulaciones gubernamentales que buscan la eficiencia energética.
Y esa es la gran ventaja de este tipo de lámparas: apenas emiten calor, puesto que se basan en la emisión directa de fotones.
Las bombillas fluorescentes se componen de un gas inerte, encapsulado en un cristal que une dos filamentos. En este caso, la corriente eléctrica que calienta los filamentos permite ionizar el gas. Se genera, de esta manera, un puente de plasma que provoca la emisión de fotones, es decir, de luz.
Las originales lámparas fluorescentes eran alargadas y muy frágiles y necesitaban de unos balastos (cebadores) magnéticos. Además de poco prácticos, porque se tenían que sustituir cada cierto tiempo, provocaban un efecto de parpadeo en la luz, que se he eliminado con los cebadores electrónicos de las actuales bombillas fluorescentes compactas.
La presencia de mercurio en este tipo de lámparas, imprescindible para la emisión de fotones, provoca que su reciclaje sea mucho más complejo que el de las bombillas incandescentes. No se pueden eliminar arrojándolas a la basura y necesitan ser depositadas en contenedores específicos.

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